Maldita
la hora en que Ortega y Gasset, filosofando, llegó a esta reflexión.
Yo soy yo y mis circunstancias. Que poco me gusta esa frase, por
favor. Yo y mis circunstancias, y luego si eso, tú. EgoÃsmo puro y
duro. Ya ni tan siquiera me incluyo en el circulo, ni siquiera pienso
que entre todas esas circunstancias encuentres un hueco para mÃ.
Pero
no importa. Ya no tanto. Apenas nada. Porque estoy cansada de sacar
siempre mi empatÃa y decir 'venga que no pasa nada' o el 'yo
te comprendo' y el ya famoso 'estaré ahà por ti'. Perdona
pero no. Se acabó el esperar, se acabó el poner buena cara, y se
acabó el acatar. Ahora digo que ni tú ni tus circunstancias, sean
las que sean, tiene cabida conmigo.
¿Has
escuchado tú alguna vez mis circunstancias? ¿Has pensado alguna vez
en mi yo, en cómo se siente, en qué necesita, en qué le preocupa,
el qué espera? Porque yo no lo creo, de hecho creo que no me conoces
o que hace tiempo que dejaste de conocerme.
Aun
asÃ, que no. Que no me vale como justificación. Que tus
circunstancias son tuyas, y en cierto modo dependen de ti por lo que
no vale que no hayas hecho nada por cambiarlas o por hacerme
partÃcipe de ellas. Y, por tanto, al no ser las mÃas, no pienso
volver a anteponerlas a nada ni a nadie.
Llegar
a esta situación también es, en parte, culpa mÃa. Asà que, cuando
me pregunten por las muchas cosas que he hecho para enmendar la
situación y cuando me pregunten que las sin razones que tiene esta
historia y que parecen no cambiar nunca recurriré al socorrido 'yo
soy yo, y mis circunstancias' para justificarme. Porque funciona,
¿no?