Parece ya una tradición esta
pequeña entrada a modo reflexión del año.
Aquí, moda aparte, hago un
balance de lo que han dado de sí los 12 meses que hoy acaban y de lo que espero
para los próximos (por pedir que no sea). Y me he dado cuenta, leyendo y recordando
lo vivido desde que comencé a escribir en este espacio, que cada año repito lo
mismo. ¡Joder, que pesada! Y es que me
puedes imaginar escupiendo purpurina cuando lees las reflexiones (ojalá y
pudiese hacerlo) porque todo parece maravilloso. Y lo ha sido. Lo es. ¿Y sabes que es lo mejor? Que lo seguirá
siendo.
No
siempre fue así. Y tampoco lo es los 365 días del año. Hay días jodidos. Malos, chungos, asquerosos,
grises, chof. Como queráis llamarlos. No encuentras nada que te ilusione ni que
te llene. Rachas en las que parece que un halo negro merodea sobre ti todo el
día. Ni siquiera una publicación “postureo”
arregla tus catástrofes personales. Pero señores, hay que ser positivos, hay
que tener actitud y personalidad. Hay que trabajar mucho, y callar más todavía.
Hay que apostar por lo que uno desea y arriesgarse. Hay que ser constante,
perseverante. Pero sobre todo, tenemos que ser felices.
Tenemos y
debemos sentirnos afortunados. Disfrutar de los reencuentros mensuales en el
bar de siempre. De esa última copa, o cigarro con tu fiel amigo, de tu rutina
diaria, y de la más inesperada casualidad. De las risas tontas, de las ideas
locas, de los viajes. Disfrutar de las miradas de verdad, de las palabras
sinceras, y también de las lágrimas. Sean de alegría o pena, nos ayudarán a
crecer. De los momentos con la familia,
de los amigos de verdad, de las personas que llegan para quedarse y aquellas
que, tras dar lo mejor de sí mismos, marchan.
Debemos
sentirnos orgullosos de los logros y los fracasos y pensar, siempre, que lo
mejor está por llegar. Porque lo está. Veamos un 2017 cargado de esos buenos
momentos. Ya vendrán días jodidos en los que tengamos que sacar la purpurina.
¡¡ Feliz
2017!!